Revista Eslavia 1 (2015)
LA OBRA DE NADINE JARINTZOV A TRAVÉS DE LA PLUMA DE ENRIQUE DÍEZ-CANEDO. ESTUDIO SOBRE EL LIBRO “POETAS Y POEMAS RUSOS”
Luis Gómez López.
Historiador (España).
Reproducimos en este artículo, el magnífico estudio que realizara el español y crítico literario D. Enrique Díez-Canedo[1] sobre la obra de Nadine Jarintzov. El trabajo se publicó en la “Revista España”[2] en tres artículos casi consecutivos, que vieron la luz en los números 166, 168 y 169 de la citada publicación en el año 1918 bajo el título: “Poetas y Poemas”.
D. Enrique Díez-Canedo, (Badajoz, 1879 – México, 1944) es a decir José María Fernández Gutiérrez: “ (…), un hombre de letras fundamental en la primera mitad del siglo XX y sus obras, las que escribió a una y otra orilla del océano y las que han ido apareciendo con textos suyos o antologías forman un corpus imprescindible para cualquier persona que quiera conocer las tendencias y la sensibilidad poética de la época y tener noticia del interés, recepción y valoración crítica de la literatura que se iba publicando y de los estrenos de obras de teatro”[3]. Lo cual no le falta razón, pues en el interesantísimo trabajo que reproducimos, observamos la erudición de nuestro crítico, el cual irá poniendo el acento sobre las íes en más de un aspecto sobre las carencias de la literatura española contemporánea en comparación con la de otros países.
En primer lugar, reprochará la falta de trabajos o traducciones de la reseñada Mme. Nadine Jarintzov, autora nacida en 1870 y que por otra parte si es muy traducida y conocida en otras lenguas, (fundamentalmente en inglés) como así nos denuncia D. Enrique nada más empezar el primer artículo al decir: “Tiene el libro que ha publicado recientemente Mme. Jarintzov sobre otros análogos que no escasean en la literatura inglesa o en la francesa…” Este reproche sería igual de válido si lo hiciese en la actualidad, pues la obra de Jarintzov, aunque accesible en la red en inglés, no lo está, ni mucho menos, para el gran público en castellano, ya que sólo se encuentra disponible algo sobre la autora en determinados trabajos o en estudios especializados sobre la materia.
Es por ello, que traer este estudio sobre el trabajo de la filóloga eslava N. Jarintzov es más que una necesidad por nuestra parte: es una obligación.
En concreto nos referimos al libro “Russian Poets and Poems” . Vol. I. Classics by N. Jarintzov. W. J. Sedgefield The Modern Language Review Vol. 13, No. 2 (Apr., 1918) del cual Díez-Canedo realizó su trabajo y que ahora publicamos.
En el primer artículo de la serie, D. Enrique nos habla sobre la dificultad que existe a la hora de traducir poemas de otras lenguas al español. Habla de las similitudes y facilidades que se tiene, por ejemplo, del ruso al inglés o el alemán, pero de las dificultades que entraña el hacerlo –y hacerlo bien- al realizarlo al español, pues se corre el riesgo de mutilar la obra original, cercenarla, adaptarla y por lo tanto modificarla, o intentar sustituir unos vocablos por otros, en cuyo caso se pierde la originalidad y el sentido.
Dice así la primera entrega de “Poetas y Poemas”:
[4]Tiene el libro que ha publicado recientemente Mme. Jarintzov sobre otros análogos que no escasean en la literatura inglesa o en la francesa, una indiscutible ventaja: la de dar a los lectores no versados en la lengua rusa una idea clara de la técnica del verso en aquel idioma.
Es indiscutible que la verdadera fisonomía de un poeta se ha de buscar no sólo en lo que dice, sino en cómo lo dice. Sus palabras se unen para expresar ideas, sensaciones, conceptos determinados; pero se unen guardando unas leyes rítmicas, que las condicionan y prestan fisonomía peculiar. Prescindir de estas leyes o acomodarlas y cambiarlas buscando el genio propio del idioma a que se traduce, viene a ser lo mismo. Si se transcribe sencilla mente en prosa una poesía cualquiera, sabremos lo que dice el poeta; si se traslada en verso, lo que se suele hacer es recordar las poesías nacionales que se parecen a la composición vertida. En nuestros intérpretes nacionales de Horacio, el recuerdo de Fray Luis de León pesa de tal modo que la historia de nuestra poesía horaciana, escrita fervorosamente por Menéndez y Pelayo, se podría considerar como una serie de aproximaciones y desviaciones de la manera asentada por el autor de la Noche serena [5].
Cuando se trata de poetas, traducir, significa muy a menudo sacrificar. Ahora bien, ¿es justo imponerles tal sacrificio? ¿No hay manera de lograr una equivalencia en que nada resulte sacrificado, en que lo nacional se sustituya a lo exótico en perfecta correspondencia? Para Mr. Wilfrid Blair[6], poeta inglés que ha coadyuvado, en parte, al logro de muchas versiones de Mme. Jarintzov, eso es posible y en ello no ve más que una “cuestión de tiempo”. Pero Mme. Jarintzov no opina lo mismo. Y, entre la reproducción ajustada a las estrictas leyes del inglés del metro, de la rima y de la «atmósfera» de una poesía rusa, posible según su consejero a costa de tiempo y paciencia, o la conservación de esas cualidades, a costa de alguna violencia al genio de la lengua receptora, prefiere esto último. Para ella, lo esencial es que “suene” a ruso, una poesía rusa traducida. Y, por esta razón, opina que sólo un ruso puede traducir convenientemente al inglés las poesías de su país; teoría que no tiene duda en generalizar, saboreando anticipadamente lo curioso que sería el contraste de las versiones hechas por un inglés con las de poesías inglesa, abundantísimas y admirables, trabajadas por los poetas rusos.
Mme. Jarintzov sólo acoge en su libro composiciones de nueve poetas desde Krylov[7] el fabulista hasta Fet[8]. Son los que llaman «clásicos».
Un nuevo tomo, que prepara y de cuya suerte y método de composición decidirá el primero, estará dedicado a los «modernos». No pretende dar una antología completa, sino una serie de muestras elegidas entre los poetas de genio individual, que marcan hitos en la historia de la poesía rusa. Para las versiones, como hemos indicado, ha tenido el consejo de Mr. Blair, salvo en el Demonio de Lermontov[9] y en las poesías de Alejo Tolstoy[10] y Atanasio Fet; sólo ha atendido, en todas estas composiciones, a su modo personal de entender la traducción, y así da con ellas el más vivo ejemplo de su teoría. Esta teoría, adviértase bien, es contraria a las que han predominado en literatura, sobre todo en la francesa y en la española. Se ha intentado, casi siempre, entre nosotros, «españolizar». La inspiración extraña: españolizar el Fausto, por ejemplo. Los metros más característicos de nuestra poesía, los que nacieron con ella y moldearon su espíritu, han sido empleados sin recelo en la versión de obras de muy distinta condición.
Preferible es, en tales casos, una pobre y honrada versión en prosa. Pero ¿se ha de renunciar por ello a enriquecer la versificación original con esquemas de otras literaturas? La adaptación de formas italianas en Europa entera llevó, indudablemente, una transformación a todas las literaturas: fue el Renacimiento, movimiento espiritual más amplio que las variaciones locales del gusto, el que pasó a todos lados con aquellas formas aun productivas; y pasó sin matar los gérmenes que granaban y florecían en los moldes antiguos. Luego en esas mismas formas el alma nacional se hizo patente, diversificándose en lo mismo que parecía tender a la unificación. El resucitar de los metros clásicos, tan fuerte en algunas literaturas modernas —Italia, Alemania— y con ejemplos en todas, trae algo análogo. La traducción poética, sujetándose ceñidamente a las formas originales, ha servido y puede servir de mucho para ensanchar el campo de la versificación; y el que no sienta la necesidad de esto, no ha puesto nunca los ojos en la historia literaria.
No somos los españoles más refractarios que otros pueblos al cambio de la técnica literaria; pero, a no dudar, lo somos bastante. No podemos concebir que un cambio en la técnica signifique ensanchamiento: no se anula con ello lo anterior, sino que se instaura algo nuevo. Y, limitándolo a la traducción versificada, ya que se haya de intentar ¿por qué no intentarla íntegramente, en el ritmo, en la rima, en la «atmósfera», para usar la palabra que emplea Mme. Jarintzov? Si dijéramos que el castellano es la lengua más dúctil y flexible a este propósito, nadie nos creería. La escasez de palabras cortas, la abundancia de la acentuación llana, lo limitado de los sonidos vocales, son otros tantos inconvenientes: para traducir del inglés, del alemán, pero del inglés sobre todo, casi insuperables. Graves también para traducir de las lenguas afines portuguesas, catalanas, italianas, que por su misma semejanza gramatical exigen paridad absoluta de formas y ponen al castellano, más tiesas, más amplias, en trances de dificultad casi insoluble, compensadas por lo semejante de la cadencia y de la rima. A través del estudio de Mme. Jarintzov advertimos que la adaptación de las formas métricas y del sistema general de versificación ruso había de ser fácil y de producir resultados nada incómodos para nuestro oído. Abundan, en ruso, las palabras largas, que dificultan la traducción al inglés; el acento es aun más rígido que en la poesía española, y está, por lo tanto, en la dirección que lleva la nuestra desde la absorción de las formas italianas. Desde que el romanticismo aumentó considerablemente la disposición en estrofas, quedó el paso abierto a nuevas combinaciones análogas a las que ocasiona en ruso la combinación de los pies métricos acentuales. Resta el empleo del eneasílabo, poco asequible a nuestra costumbre de versificar; pero no se olvide que ha producido ya, en la literatura reciente, obras maestras.
Mucho nos hemos alargado en estas cuestiones generales para hablar de los poetas rusos que en el libro figuran. Quédese esto para otro artículo en que trataremos de fijar los rasgos esenciales de cada uno, valiéndonos de las muy abundantes indicaciones de Mme. Jarintzov, en sus prólogos, que no son lo menos interesante del libro a que vamos refiriéndonos.
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En el segundo artículo de la serie, Díez-Canedo procede a desgranar la obra de Nadine Jarintzov. En él se van abriendo poco a poco y paso a paso los grandes poetas rusos por antonomasia. Especial interés le dedica el crítico español al más grande ellos, Púshkin, sin olvidar a sus sucesores como Lérmontov o antecesores, como Krylov o Jukóvski de los cuales ya había dado algunas pinceladas en el primer artículo de la entrega.
Es esta parte central del ensayo el nexo troncal con respecto al estudio que se realiza de la obra de Jarnitzov. Se exponen sobre el papel los matices que cada uno de los grandes poetas rusos aportan a la literatura de ese país. Se diagnostica sus excesos o sus carencias, -por ejemplo, el estar unos poetas muy influenciados por el europeísmo, o el ser otros, por el contrario, muy conservadores sobre el tema y el enfoque de la Rusia tradicional- y se hace hincapié en la riqueza lírica que cada uno puede aportar al lector. Es, sin lugar a dudas, un trabajo excepcional, que abre a los occidentales el maravilloso mundo de los poetas y poesía rusa.
[11]NUEVE son, como antes hemos dicho, los poetas elegidos por Mme. Jarintzov para su primer tomo. Prescindiendo de los poetas más antiguos, eco de la poesía europea de su tiempo, empieza con un fabulista, Iván Andréyevich Krylov (1768-1844), que imitó y tradujo a La Fontaine como nuestro Samaniego, pero infundiéndole un sentimiento y un tono enteramente rusos. Suele ocurrir, con los fabulistas, lo que con los cantos populares: un mismo tema, un asunto que pasa de un pueblo a otro, adquiere en cada uno rasgos esenciales del alma nacional.
La penetración y perspicacia escondidas bajo capa de humildad del aldeano ruso, revélanse maravillosamente en las fábulas de Krylov, abundantísimas en giros, refranes y metáforas populares, que a veces desafían toda traducción. Al tono especial de su habla le llama el mayor crítico ruso, Bielinski[12], «ensortijamiento». Todos le reconocen por uno de los grandes maestros del idioma, con ciencia y naturalidad fundamentales para darle aptitudes literarias nuevas.
Vasili Andréyevich Jukóvski [13](1783-1852) es el primer romántico. Hijo de un noble y de una esclava turca, que no salió nunca de su condición, hubo de llegar a muy altos puestos sociales. Su nacimiento irregular no le impidió ser, con los años, profesor de la emperatriz Alejandra Feodorovna, esposa de Nicolás I, y preceptor de Alejandro II. Monárquico por convencimiento, aprovechó sin embargo su posición para revelar sentimientos humanitarios en favor de amigos caídos en desgracia; libertó a sus siervos y acaso fue el primero en inculcar a su discípulo ideas que condujeron más tarde a la emancipación general de éstos. «No hay amor del pueblo para el Tsar[14] —le decía— si no hay en el Tsar amor a su pueblo». La balada Svietlana [15], que Mme. Jarintzov compara a La víspera de Santa Inés, de Keats[16], nos recuerda más bien las inspiraciones de Bürger en La Leñara; es menos macabra, tiene hasta una moraleja optimista, que no admitiría Calderón: La niebla del mundo está en el sueño y el gozo en el despertar[17].
Por él, la edad media rusa empieza a tener estado poético y los cantos tradicionales de la nación a poner sus notas en la naciente poesía artística. De estos cantos y leyendas, oídos ávidamente a las musas familiares, a las mujeres adictas que cuidaron de su niñez y acompañaron su destierro, sacó Alejandro Púshkin[18] (1799-1837) el alma de su poesía. «Cantor de la realidad» le llama Mme. Jarintzov. «No hay nadie —dice— más deliciosamente humano, claro, sincero, impulsivo, vital y vivificador —nadie se aparta más que él de todo artificio, de toda afectación, de todo efecto conscientemente preparado— nadie tampoco «escarba» como él dentro de su «alma». Estas apreciaciones le presentan a un lector español como un Zorrilla, todo musicalidad, exterioridad brillante, rumor de leyendas, facilidad, despreocupación. Lo mejor de la poesía de uno y de otro, es un raudal bullicioso y transparente “ainsi qu'aux plus beauxjours” [19].
Hay en Pushkin un sentimiento de continuidad que le hace amar a los poetas inmediatamente anteriores a él. Revolucionario, este hombre casi siempre desterrado o perseguido, lo es mucho menos que Jukóvski, siempre al lado de la familia imperial; pero dijo palabras más comprometedoras: Temblad, tiranos de la tierra. Despertad, esclavos de su poder. Levantaos y mostrad lo que sois. Byroniano[20], lo fue menos que Lérmontov. Le apasionó Byron, como a toda la juventud de su tiempo, pero después, cuando hubo leído a Shakespeare, le tuvo por nada. Shakespeare triunfa en su espíritu cuando escribe el Boris Godúnov [21]. En cuanto a Eugenio Oñéguin[22], su héroe favorito, poco tiene de byroniano. Es Púshkin un hombre de sociedad, un diablejo brillante, lleno de travesura; cuando uno de sus jefes, el Conde Vorontsov, le mandó hacer un «trabajo útil», enviándole a investigar las causas y los daños de la plaga de la langosta, el informe técnico del poeta decía, poco más o menos, así: «La langosta volando, volando sobre el campo cayó; y después de un destrozo nefando la langosta, volando, volando, se marchó». En los últimos años de su vida, esclavo de una posición oficial, lleno de preocupaciones familiares, fueron los más tristes; tenía la consideración que deseó siempre; su fama de poeta era cada día mejor. Pero la pistola de su cuñado Jorge-Dantés al herirle de muerte, fue como una liberación. Por él vienen a la poesía rusa la naturaleza del inmenso imperio, la vida de las ciudades, la leyenda, con todo su prestigio y color. Aquello que Jukóvski no hizo más que iniciar, Púshkim lo completa y madura. Su poema juvenil de Ruslán y Liudmila [23], es ya una espléndida realización. En opinión de Mme. Jarintzov, la prosa corriente de Púshkin es muy inferior a su poesía, y esto hace que sus novelas, traducidas den pobre idea de su talento. Es, por aquí, el gran poeta ruso, un autor desgraciado, porque el encanto especial de sus versos, al ser traducidos, desaparece en la mayor parte de las versiones. Aun es, sin embargo, suficiente lo que se conserva, para darles interés, y esto bien se advierte en algunas poesías de las que se incluyen en el libro de qué hablamos. Tampoco inventó Púshkin nuevas formas poéticas; en cambio ¡qué variedad de giros, de sabrosos términos populares, de palabras aprendidas en el ruso y el eslavón antiguos, la lengua de los libros religiosos, abundan en su obra! Todo en Púshkin es ágil, todo suena a nuevo. A su lado Miguel Yúryevich Lérmontov (1814-1841) muerto también en desafío, más joven aun que su gran predecesor, aparece más limitado y a la vez más profundo. En él, prosa y verso, se equivalen. La novela —o, mejor, se ríe de relatos con un personaje común— Un héroe de nuestros días, hace pasar por los magníficos paisajes del Cáucaso, el hastío de un hombre enfermo del “mal del siglo”, como Eugenio Oneguin, pero superior a él en intensidad y sobriedad de rasgos descriptivos: Pechórin. Aquí se retrata el propio Lérmontov de modo inolvidable. Su poema El Demonio, o cualquiera de sus grandes poesías líricas, Dízma, Elegía, el Ángel, tienen una atmósfera misteriosa y oscura que les da fisonomía peculiar. La más objetiva tal vez “El canto del Tsar Ivan Vasilievich, del joven Oprichnik y del osado mercader Kiláshnivok”, no desdice del espíritu de las otras. La historia rusa revive en ella con toda su pureza, crueldad y color. El oriente llena de ensueños esta alma eslava, comunicándole su orgullo. Por esta cualidad muchos escritores rusos han mirado con despego a Lérmontov. Sólo Merejkóviki [24] en un libro que cita Mme. Jarintzov, titulado: El poeta de la super-humanidad, ha tratado de vindicarle. Para él, es Lérmontov como el representante del espíritu de rebelión en una literatura caracterizada por el espíritu de humildad. Todos los grandes escritores rusos-, dice Merejkóvski, han empezado rebeldes y han acabado sometidos. No así Lérmontov. Lérmontov es como uno de esos ángeles que, en la lucha de Dios y Satanás, vacilaron en tomar partido y fueron enviados a la tierra. Su poder de recordar la eternidad pasada, de amar en lo presente la semejanza con lo que fue, le dan esa terrible sugestión, simbolizada en el ángel que en una de sus más hermosas poesías trae desde el cielo un alma, cantándole una misteriosa canción, que luego el alma recordará siempre en el mundo, sin concretar sus divinas palabras.
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En la tercera y última entrega, Díez-Canedo repasa el final del volumen de Jarintov. A falta de biografiar a cinco poetas más, Jarintov prosigue con su meticulosa labor. Ambos, autora y crítico español, coinciden en lo limitado de su estudio, y que por supuesto, no es una obra final, sino más bien, una selección personal sobre los personajes más influyentes de la poesía en Rusia en todos los tiempos. Pero a nadie se le escapa el valor incalculable que la obra supone. Con gran acierto y con meticulosidad, se prosigue con la puesta en valor del resto de escritores que faltan por reseñar. Se informa además, de la continuación de la obra de Mme. Jarintov, quien en esos años, ya estaba inmersa en la continuación de su obra. D. Enrique, nos adelanta el gran trabajo que ello supone, y lo excepcional de dicha labor, pues es cierto, que un trabajo de esas características, supone poner en valor toda la literatura de un país, darla a conocer y servir de guía para neófitos o amantes de la literatura. Dice al respecto: “Su selección (-la de Mme. Jarintzov-) por ser extremadamente restringida, no deja de dar una impresión justa de la evolución de la poesía rusa desde que surgen las primeras personalidades autónomas”.
[25]OTROS cinco poetas comprende aún el libro de Mme. Jarintzov. Nacido antes que Lérmontov, Alexey Vasilyevich Koltsov[26] (1808-1842) tiene vida poco más larga. Es un poeta popular, de extracción humilde, hijo de un ganadero, y tratante en ganados. Un librero de portal educa y afina su gusto por las letras; alguien le conduce a la amistad de los grandes admirados, de Púshkin, del crítico Bielinsky [27]. Al pronto la literatura es compatible para él con los negocios y aun los hace prosperar; mas pronto le cansan, y el padre, intransigente, le niega todo apoyo. Enamorado de una sierva y dispuesto a hacerla su esposa, cuando después de una ausencia vuelve en su busca, la han hecho desaparecer y no logra encontrarla. En los suyos ve sólo fría hostilidad. Otro amor indigno llena y deshace sus últimos años enfermizos. De ambas pasiones queda huella en sus versos; pero lo mejor de ellos es alma del pueblo, apresada en breves ritmos ágiles que tienen “frescura de flor silvestre”, difíciles de reproducir en otra lengua. Del alma popular Púshkin supo coger toda la pintoresca fantasía, toda la gracia espontánea; para Koltzov quedaron la ingenuidad y la sencillez.
Más se parece a Púshkin el conde Alejo Tolstoy (1817 1875), de alta cuna, elevadísima posición social, vida tranquila y dichosa. Es !a suya una “poesía feliz”. Hace versos a los seis años; no los da a imprimir hasta los treinta y siete. En su vida de gran señor, une a su prestancia personal y noble fuerza física un gusto refinado por lo que es ruso esencialmente, por lo que habla de los tiempos antiguos en que el espíritu nacional se formaba. Bajo este signo compone una gran trilogía dramática, “Iván el Terrible”[28], “Tsar feodor Joannovich”[29], “Boris Godunov”[30], su obra más importante, y no es ajena a él una colección de sátiras inspiradas en los antiguos cantos épicos, cuyas formas remedan a la perfección. Su Don Juan, su “Príncipe Serebríany”[31] no valen lo que aquella trilogía, ni lo que las poesías líricas, de forma perfecta, que hacen de él uno de los más puros artistas del verse ruso.
En este aspecto forman grupo con él Teodor Ivánovich Tiútchev [32] (1803 1873) y Afanasiy Afanásyevich Fet (1820-1892) muy ensalzados uno y otro por los escritores de las últimas generaciones rusas, que no tienen a Tolstoy en gran estima... Tiútchev alcanzó los tiempos de Tukóvski y de Púshkin, que le alentaron y ensalzaron; los estudios de Valeri Briúiov[33], uno de los más considerables poetas rusos de hoy, le han confirmado en la admiración de sus compatriotas [34]. Siente con la naturaleza, le atraen sus misterios; ante las cosas, se deja impresionar hondamente y forja sus impresiones en nuevas metáforas: “las estrellas sostenían el firmamento con sus cabezas”, “el mar, con su canto, adormece los ensueños de los hombres”... En cuanto a la forma, es más tenue, más fluido Su amor a la Santa Rusia es, más que amor, fe. Pero Rusia le parece inatacable e inconmovible, las olas de la revolución que se agita en Europa van a estrellarse contra ella. Ciertamente, Tiútchev es reaccionario, pero no ha sido profeta. De su eslavismo fundamental y característico aparece totalmente despojado Atanasio Fet, reaccionario también de espíritu —«Todo asomo de idea liberal era extraño a sus convicciones políticas»—. Pero cuando se pone a ser poeta, todo lo olvida. Poeta de amor, panteísta de modo más profundo que Tiútchev, en sus versos, el arte sólo le preocupa. Turguéñev, que fue su amigo, aunque luego se distanciara de él, solía decir: «No hay más Fet que Fet, y Turguéñev, su profeta». «Lo único verdaderamente ruso que hay en él—apunta Mme. Jarintzov— es su instintivo amor al sufrimiento». En cambio Nicolay Alexéyevich Niekrásov[35] (1821 1877) es ruso hasta la medula, y, al lado de estos poetas reaccionarios levanta generoso una voz de protesta y entona un canto de tristeza y venganza. Su largo poema “¿Quién vive hoy feliz y contento en la madre Rusia?” pone en escena a siete campesinos que se hacen esa pregunta. Nadie es dichoso. Ni el terrateniente, ni el pope, ni el mercader, ni el aristócrata, ni el Tsar. Una serie de cuadros de miseria y horror lo declaran y manifiestan. Sólo les hubiera tranquilizado la exaltación de un joven salmista que compone un canto para los trabajadores. Niekrásov ve en la obra creada la única felicidad de la vida. Pero todos sus cantos son obscuros, sombríos. Hay en ellos más de hombre de lucha, de periodista —periodista fue Niekrásov toda su vida: dirigió “El Contemporáneo” fundado por Púshkin- que de verdadero poeta.
Tolstoy —León Tolstoy, no el poeta de que hemos hablado y que no era próximo pariente del gran novelista— le niega el título de poeta, lo mismo que las nuevas generaciones. Lo que ocurre es que en la poesía de Niekrásov, el elemento puramente literario es lo de menos. Quiere hacer del verso un arma, convertirlo en instrumento eficaz inmediatamente, redimir con él a los proletarios, libertar a su tierra y a sus hermanos, no halagar sus instintos ni mecer sus ensueños. Nada más contrario a la exquisitez de Atanasio Fet. Sólo dos muestras de su poesía traduce Mme. Jarintzov, que resume, en cambio, algunos poemas extensos. Esto bastaría para revelarnos que en Niekrásov, como cumple a un poeta de sus cualidades peculiares, lo importante está en el asunto. De los poetas españoles podríamos tal vez compararle con Curros Enriquez [36]; pero éste fue más lírico y más oratorio.
Tales son, a través del libro de Mme. Jarintzov, vistos en rápido escorzo, los poetas que llama clásicos. Otros incluye en esta denominación, Máykof, Púlonsky, sin estudiarlos especialmente, porque en ellos no ve cualidades que igualen o superen a las que lucen los que ha elegido. Hemos tratado de demostrar, en esta rápida reseña, el rasgo que, en estos, distingue a cada cual. Todos, sin embargo, muestran un cuidado particular por las cosas del «oficio», por la técnica del verso o la riqueza, propiedad y abundancia del vocabulario. Reparándolo bien, se nata pronto la dilección con que la escritora habla de los más artistas, poniéndose, desde luego, en el punto de mira de los nuevos poetas rusos, que ha de estudiar en el segundo tomo de la obra.
Su selección, por ser extremadamente restringida, no deja de dar una impresión justa de la evolución de la poesía rusa desde que surgen las primeras personalidades autónomas. En este sentido es preferible a otras compilaciones más abundantes en nombres y en ejemplos —Saint Albin, Wiener, Tschernow— que borran los límites e inducen a confusión. Si en el volumen que prepara tiene Mme. Jarintzov el acierto que en el presente, habrá logrado presentar un cuadro completo de la poesía rusa hasta hoy. Nos prometemos examinar entonces los últimos desarrollos de esta poesía, ayudados por otros libros de Cluzzewite, de Selver, de algunos más, a fin de responder, en la medida de la posible, a la curiosidad de nuestro público literario, a esa curiosidad que, a mediados del siglo XIX, guiaba la mano de D. Alberto Lista[37] hacia el anticuado florilegio de John Browning y le impulsaba a trasladar, en sonoros endecasílabos, las estrofas religiosas de Dierjavin [38].
[1] ENRIQUE DÍEZ-CANEDO: Poeta, ensayista, traductor, crítico literario y diplomático español, nacido en Badajoz en 1879 y fallecido en Cuernavaca (México) en 1944. Autor de una brillante obra poética que supo aunar las diferentes corrientes modernistas europeas e hispanoamericanas, dejó también un fecundo legado crítico que, diseminado en artículos periodísticos y volúmenes de ensayos, le configura como uno de los mejores conocedores de las Letras hispanoamericanas de la primera mitad del siglo XX. Fue uno de los firmantes del manifiesto noventayochista que, en 1905, con motivo de la concesión del Premio Nobel a José Echegaray, negaba cualquier representatividad del dramaturgo madrileño en la literatura española del momento. Citado de: La web de las biografías
[2] Subtitulado “semanario de la vida nacional”, se trata de la publicación con más amplia repercusión en la denominada “edad de plata” de la intelectualidad española, el primer proyecto periodístico de José Ortega y Gasset, y en la que confluyen las corrientes reformistas liberal-democráticas y las también antioligárquicas, radicales y antimonárquicas del socialismo. En ella se dan cita tanto los máximos representantes de la generación del 98 como la del 14, y algunos que integrarán la del 27.
Nace de un espíritu neo-regeneracionista en torno a la Liga de Educación Política, y gracias a la financiación del poeta ateneísta Luis García Bilbao. Entre sus primeros redactores se encuentran el propio Ortega, así como Pío Baroja (con la sección “El tablado de Arlequín”), Ramón Pérez de Ayala (“Críticas teatrales” y “Apostillas"), Eugenio d’Ors ("Las obras y los días"), Juan Guixé (“Vida real de España”), Enrique Díez-Canedo, encargado de la sección literaria, así como Luis de Zuloaga, Gregorio Martínez Sierra, Ramiro de Maeztu. También son colaboradores Manuel B. Cossío, Manuel Azaña, Luis Bello, Jacinto Benavente, Miguel de Unamuno, Ramón del Valle Inclán, y, desde provincias, Pedro Corominas y Manuel Reventós (Barcelona), Fernando de los Ríos (Granada), Juan Díez del Corral (Córdoba), Juan Rof Codina y Santiago Casares Quiroga (Galicia) o Antonio Machado (Jaén). También escribirán en ella Juan Ramón Jiménez, Gabriel Miró, Rafael Marquina, Adriano del Valle o Azorín, entre otros muchos.
Con un formato más de periódico que de revista, editó un total de 415 números, de entre 12 y 20 páginas cada uno, con una portada en la que pronto ocupó una gran ilustración a color, publicando otras en su interior, obra de Bagaría, Penagos o Arniches, entre otros, dando cabida también a las fotografías de actualidad.
Los artículos de fondo ocuparon gran parte de sus páginas, de carácter político, filosófico, literario, artístico, social, cultural, acompañados de reportajes, crónicas nacionales y extranjeras, noticias, críticas, apuntes, etc. También insertó anuncios publicitarios, aunque tuvo durante sus diez años de vida una precaria vida económica.
Ortega abandonó pronto su dirección tras su ruptura con los reformistas de Melquíades Álvarez, para tomarla Luis Araquistáin, desde 1916 a 1923, que le dio un impulso periodístico, cargado de polémica y de debate, quien también se encargó de publicitar la propaganda de los aliados durante la primera gran guerra a cambio de financiación. Por último, Manuel Azaña se hará cargo de su dirección, pero la revista no pudo superar las trabas que le impuso la dictadura primoriverista en 1925.
Es considerado como el periódico político más importante de la edad de plata, órgano periodístico-doctrinal del neo-regeneracionismo, del grupo reformista integrado por liberales, demócratas, socialistas y agnósticos que criticaron duramente el institucionalismo paralizador de la Restauración, portavoz de todo el descontento nacional, del republicanismo socializante, del catalanismo de izquierdas o del movimiento obrero.
Su edición facsímil fue publicada en 1982, con un prólogo de Salvador de Madariaga, un estudio preliminar a cargo de Manuel Tuñón de Lara y Enrique Montero, e índices cronológico y onomástico. Citado de: Hemeroteca Digital BNE
[3] FERNÁNDEZ GUTIÉRREZ, J. M. “Enrique Díez-Canedo creador y crítico literario. Bibliografía” CAUCE, Revista de Filología y su Didáctica, n" 26, 2003 /págs. 141-169 Universidad de Tarragona
[4] DÍEZ-CANCEDO, E. “Poetas y poemas”, Revista España nº 166 de 13/06/1918, pp 9-10
[5] “La noche serena” es obra de Fray Luis de León, autor renacentista (1528-1591)
[6] WILDFRID BLAIR, poeta inglés nacido en 1889 y fallecido en 1968. Es autor entre otras obras de: “La muerte de Shakespeare” de 1916, “Las mareas y las modas” 1969. “Poetas en Isis” 1910, “La vida y muerte de la señora Tidmuss” 1923.
[7] Se refiere a IVÁN ANDRÉYEVICH KRYLOV, (1769-1844) autor satírico de obras como El correo de los espíritus (1789), El espectador (1792) y El mercurio de San Petersburgo. Aunque escribió sátiras, comedias y obras varias, su éxito le llegó con su obra de 23 fábulas, las cuales tuvieron una enorme aceptación en el público de la época. A ese primer trabajo le siguieron otros ocho volúmenes más, todos ellos editados entre los años 1810 a 1820. A Iván Krylov le cabe el honor de ser tenido por el mayor fabulista de la literatura rusa.
[8] Se refiere al autor AFANASI FET, también conocido como Atanasio (Afanasi) Fet. Se trata de un poeta ruso nacido en la localidad de Novolsiosky en1820 y muerto en Moscú en 1890. E. Díez-Canedo lo trae a colación porque Fet, además de escribir poesías, tradujo a Horacio y Juvenal del latín al ruso.
[9] MIJAÍL YÚRIEVICH LÉRMONTOV (1814-1841) Poeta romántico y escritor ruso también conocido como “El poeta del Cáucaso”. Su novela más conocida es “Un héroe de nuestro tiempo”. Admirador de Pushkin, escribió el magnífico poema “Muerte de un poeta” al enterarse de la muerte en duelo de éste. Escribió miles de copias manuscritas de dicho poema que distribuyó por todo Moscú, al tiempo que cargaba contra la a alta sociedad por ser moralmente responsable. Esto enojó al zar Nicolás I quien lo envió a un cuartel de dragones del Cáucaso. Lermóntov moriría cuatro años después en un desafío en similares circunstancias.
[10] ALEKSÉI NIKOLÁYEVICH TOLSTÓI, (1883-1945) Poeta, ensayista y escritor ruso, que donde más destacó fue en sus novelas sobre ciencia ficción o de naturaleza historicista No hay que confundirlo con LEÓN TOLSTOI. Ambos autores se apellidan de la misma manera, más no son ni parientes ni remotos familiares. Alejo Tolstoi alías “Camarada conde” decidió exiliarse durante la era revolucionaria, pero pasados los años escribió para regresar a su patria natal, convirtiéndose luego en un escritor de referencia en su país recibiendo varios premios y galardones por su labor.
[11] “Poetas y Poemas” Revista España, nº 168. 27/06/1918, pp. 9-10
[12] Se refiere el autor a VISARIÓN GRIGÓRIEVICH BELINSK (1811-1848) crítico literario, periodista, lingüista y filósofo ruso de tendencia occidentalizante.
[13] VASILI ANDRÉYEVICH ZHUKOVSKI, (1783-1852), es conocido como el mayor poeta ruso de primera década del siglo XIX. Es además considerado como el introductor del Romanticismo en su país, merced a las muchas traducciones de obras de poetas románticos que llevó a su lengua materna.
[14] Tsar es la antigua forma con la que se llamaban a los zares en occidente, cuya equivalencia es a la del césar latino.
[15] Obra de Zhukovski creada en 1813. Se trata de una traducción libre que el autor hizo de manera magistral de la bien conocida balada alemana Lenore, obra de GOTTFRIED AUGUST BÜRGER.
[16] JOHN KEATS. (1795-1821) Poeta romántico inglés.
[17] Extrae esta cita de la obra de Bürger en contraposición a la obra calderoniana por antonomasia de “La vida es sueño” donde el autor español llega a unas cotas de excelencia poética insuperables al relatar las dificultades de saber distinguir el sueño de la realidad.
[18] ALEKSANDR SERGUÉYEVICH PUSHKIN (1799-1837) Conocido como el gran creador de la literatura rusa, fue un gran dramaturgo, poeta y escritor de su tiempo. Fue el primero en utilizar la lengua vernácula para sus obras, y sirvió de inspiración para otra gran pléyade de autores posteriores como Gógol, Dostovyevski, Tolstói, etc.
[19] “ainsi qu'aux plus beauxjours” = “Así como en los mejores días”
[20] Bayroniano. Según la RAE: “Perteneciente o relativo a Lord Byron o a su obra”
[21] Boris Godunov es un drama teatral escrito por Púshkin en 1825 y publicado íntegramente en 1831. La obra es un claro icono de la literatura rusa. El tema se desarrolla a fines del siglo XVI y comienzos del siglo XVII. Refleja la sociedad feudal de esta época, con sus leyes y sus personajes humanos, los cuales se personifican en los personajes principales de la obra. El objetivo que mueve las acciones de Godunov es la toma del poder y su afirmación total. Este es el incentivo que mueve a Shuiski, a Basmanov y a Marina Mnishek. Pushkin subraya los rasgos a veces positivos de su personaje principal, pero que mueren o son mutilados por un deseo terrible, egoísta y apasionante de poder. La pasión del poder transforma también a Otrepiev en un aventurero que defrauda las esperanzas del pueblo, siendo por último un arma en manos de los polacos. Los apetitos de poder aparecen en la tragedia como enemigos de los intereses del pueblo.
[22] Eugenio Oneguin es una novela en verso escrita por Alexander Púshkin la cual se publicó en forma de serie entre los años 1823 a 1831. Su personaje protagonista se hizo famoso, dando lugar a diversas réplicas en otros formatos llegando incluso a ser llevada a la ópera de la mano del maestro Chaikovski en 1879. La trama de la novela versa sobre el personaje Eugenio Oneguin, joven desenfadado y poco preocupado por las obligaciones diarias, el cual se toma la vida con desenfreno y de forma apasionada. Eugenio recibe una declaración de amor de una admiradora, cuestión ésta que era muy discutida en Rusia por inusual, ya que no era costumbre que las mujeres toasen la iniciativa en estos asuntos. Ese amor no es correspondido. Se suceden otra serie de episodios en los que el protagonista se bate en duelo y mata a un amigo, a raíz de lo cual, decide alejarse de sus posesiones y viajar por toda Rusia. Los personajes secundarios mantienen su trayectoria en la novela, llegando entonces la joven despechada, a investigar sobre su amor fallido. Buscando en sus libros, descubre que es muy posible que Eugenio sea en realidad una mezcla de muchos personajes heroicos de la literatura. Al regreso de Oneguin a su posesión, descubre una bella mujer, la cual está casada con un general. Esa mujer no es otra que la dama que él rechazó en su día.
[23] Ruslán y Liudmilaes una obra de Pushkin publicado en 1820. La obra narra la historia del rapto de la hija del príncipe Vladímir de Kiev, Ludmila, por un malvado mago, y los esfuerzos por rescatarla del valiente caballero Ruslán
[24] DMITRI MEREZHKOVSKI (1866-1941) Tanto Dimitri como su esposa ZINAIDA GIPPIUS eran poetas. A Merezhkovski se le atribuye el honor de ser uno de los introductores del simbolismo en Rusia, quizás por su pertenencia (junto a la de su esposa) a la masonería.
[25] “Poetas y Poemas” Revista España, nº 169. 4/07/1918, pp. 9
[26] ALEXEY VASILYEVICH KOLTSOV (1809-1842) Es uno de los mejores ejemplos de poetas rusos costumbristas. Sus obras están llenas de imágenes que retratan el folklore ruso. En sus escritos, en muchas veces por boca de mujeres, se narra la vida de los campesinos, el campo y la labor agrícola, a veces de forma idílica.
[27] Díez-Canedo se refiere a VISARIÓN GRIGÓRIEVICH BELINSK (1811-1849) Crítico literario, periodista, lingüista y filósofo ruso de tendencia occidentalizante.
[28] Obra de ALEXÉI KONSTANTÍNOVICH TOLSTÓI “La muerte de Iván el Terrible”,(1866)
[29] Ibídem “El zar Fiódor Ivánovich”, (1868)
[30] Ibídem “El zar Borís” (1870) que culmina la última parte de la trilogía dramática del autor.
[31] Se trata de la novela histórica del mismo nombre de ALEXÉI KONSTANTÍNOVICH TOLSTÓI escrita en 1862 y que fue muy popular en su época
[32] FIODOR (THÉODORE) IVANOVITCH TIOUTTCHEV (1803-1873) Se trata de uno de los más grandes poetas rusos del siglo XIX. Diplomático de carrera es considerado, junto a Pushkin, como el representante de la poesía rusa más clásica. Es además, uno de los primeros en utilizar e introducir el simbolismo en su país.
[33] VALERI YÁKOVLEVICH BRIÚSOV (1873-1924) Poeta, dramaturgo, traductor, crítico literario e historiador ruso. Fue uno de los principales miembros del simbolismo ruso. Dentro de su obra, destaca la novela histórica titulada “El altar de la victoria” que relata la vida de la antigua Roma, y “El ángel de fuego” que cuenta la historia de un académico y sus intentos de ganarse el amor de una joven cuya integridad espiritual se ve seriamente socavada por su participación en prácticas ocultas y sus tratos con fuerzas impuras.
[34] BRIÚSOV aún vivía cuando Diez-Canedo escribía este artículo.
[35] NIKOLÁI ALEKSÉYEVICH NEKRÁSOV (1821-1877) Poeta y dramaturgo ruso. En teatro es de destacar que escribió varios vodeviles que se estrenaron con éxito y buena crítica: “Lanza en saco mala es de guardar, moza casadera mala es de cuidar”, “El actor” (1841), “El prestamista de San Petersburgo”, 1844; “Una mañana en la redacción”, 1841; “Tedio otoñal”, 1848. En cuanto a la poesía, se caracteriza por ser una poesía lírica e intimista, cívica y social y, muy especialmente, de temática campesina, pero siempre con un carácter de denuncia social.
[36] MANUEL CURROS ENRÍQUEZ (1851-1908) Nacido el 15 de septiembre de 1851 en Celanova (Ourense), Manuel Curros Enríquez pasa por ser, junto con Rosalía de Castro y Eduardo Pondal, el gran referente del denominado "Rexurdimento" de la literatura gallega de finales del siglo XIX. Para saber más: Fundación Curros Enríquez
[37] ALBERTO RODRÍGUEZ DE LISTA Y ARAGÓN (1775-1848) Fue un matemático, poeta, periodista y crítico literario español. En especial y para este estudio ver la obra “Colección de trozos escogidos de los mejores hablistas castellanos, en verso y prosa: hecha para el uso de la Casa de Educación, sita en la calle de San Mateo de la Corte (2 vols.), antología de textos de literatura clásica española en verso y prosa”. Madrid, 1822.
[38] GAVRILA ROMÁNOVICH DERZHAVIN (1743-1816) Poeta ruso del periodo de la ilustración.