Revista Eslavia 2 (2017)

 

EL ESPÍRITO CABALLERESCO.

 

Ivan Ilyin.

 

Traducción del ruso de Sergio Fernández Riquelme.

 

 

"Crea en mí un corazón limpio, Oh Dios, y renueva un espíritu recto dentro de mí".

Salmo 51:10

 

A través de todas las grandes discordias de nuestros días, en medio de la catástrofe, la tragedia y la pérdida, en los conflictos y las tentaciones, debemos recordar una cosa y vivir por ella: el mantenimiento y la propagación de un espíritu de servicio caballeresco. Primero y ante todo dentro de nosotros mismos, y luego, dentro de nuestros niños, de nuestros amigos y los afines. Debemos proteger este espíritu como algo sagrado; debemos fortalecerlo en aquellos en quién confiamos, los que confían en nosotros, y aquellos que buscan nuestra dirección. Esto es lo que debemos defender en nuestros líderes y pastores, insistiendo e incluso exigiendo. Este espíritu es como el aire y el oxígeno de la salvación nacional de Rusia, y donde se acaba, se implanta de inmediato un ambiente de podredumbre y la decadencia, abierta u oculta en el Bolchevismo.

 

Las décadas que hemos experimentado son tales que los hombres acostumbrados a la indiferencía declarada, a posiciones tibias, no pueden o no quieren fortalecerse a sí mismos y tomar una decisión, y han tenido su sentencia firmada por adelantado. Ellos están condenados a la humillación y al fango, y sus fuerzas vitales serán utilizadas por el tentadores de este mundo. En todo lugar donde no hay ninguna voluntad, la voluntad de los hijos de la perdición ocupará el campo. En cualquier lugar en el que la conciencia está en silencio y la codicia divide el alma en dos, el Bolchevismo conquista, y en todo lugar en el que que el crudo ansia de poder de algunos irrita la insaciable ambición de otros, se prepara la seducción, la desintegración y el triunfo del enemigo. En todas partes en las que el espíritu caballeresco se debilita o desaparece, el desastre nos espera. Es lo que hay ahora y lo que será de ahora en adelante.

 

En cualquier puesto que un hombre puede ocupar, este deber (si sólo la causa en sí misma no es vergonzosa) tiene esta idea para dar sentido a su causa, consagrándola no como una profesión, sino como un servicio, el servicio a la Causa unificada de Dios en la tierra. A diferencia del sujeto mismo, que posee sus propios intereses personales, simpatias y deseos, la causa de Dios tiene su camino trascendente de necesidad y exigencia. Y así los intereses personales del hombre y el interés trascendente de su Causa se pueden separar en cualquier momento, y colocar al hombre en la tentación de su auto-interés. En cualquier momento, un hombre puede encontrarse a sí mismo en la posición de un mercenario, no sabiendo que camino tomar, o en la posición de un traidor, que prefiere su interés a lo trascendente. El espíritu de la caballería se compone de la lealtad firme a la trayectoria trascendental.

 

Hay hombres que no ven la Causa en absoluto y no comprenden los requerimientos de lo trascendente. Sólo saben de su propio negocio, del éxito personal, y todo lo demás para ellos es sólo un medio para ese fin. Toda su actividad resulta ser servilismo y traición, y de las obras de estos arribistas, aduladores, sobornadores y temporizadores han perecido y perecerán todas las organizaciones humanas y las instituciones. La venalidad es su credo – no importa para lo que venden la Causa, ya sea por dinero, honores o autoridad, y no importa lo que estaba oculto en su alma detrás de la traición: nihilismo abierto (como entre los Bolcheviques) o una sentimental falta de carácter y la justificación de la sofistería (característica de los filisteos pre-Bolcheviques).

 

Hay otros hombres que conocen de las demandas de la Causa y de la Trascendencia, pero las tratan con indiferencia formal, como si fueran un inevitable deber pesado y desagradable– sin amor, inspiración o creatividad. Su actividad es "servicio", pero su servicio es simplemente llevar a cabo el siguiente "orden" o "elemento"; trabajan como asalariados, y en el mejor de los casos no maldicen su trabajo, como esclavos, lastrados por todos sus esfuerzos. El destino de la Causa no supone ninguna diferencia para ellos. Las exigencias de la Trascendencia, por más que se nombren - la Iglesia, la Patria, la Ortodoxia, el Ejército, la Ciencia, el Arte- sólo son agobios y cargas. No están dedicados a la Causa de Dios en la tierra. Y a partir de las obras de estas insensibles máquinas, de estos hombres indiferentes y "servidores del tiempo", todas las organizaciones humanas comienzan a vaciarse internamente y a desaparecer, desencantando e irritando a todos los que entran en contacto con ellas, provocando la censura y la tensión de una atmósfera protesta destructiva.

 

Ahora como nunca antes, Rusia necesita de hombres capaces no de servilismo sino de servicio. Hombres que no sólo vean la Causa y comprendan las demandas de la Trascendencia, sino que se dediquen a la Causa de Dios en la tierra. Hombres que no sólo no sean indiferentes e insensibles, sino que estén inspirados e inspiren a los demás – hombres que no ceden los intereses de la Causa ni por el dinero, los honores y la autoridad, ni a través de cualquier solicitud o favores – incorruptibles en el más amplio y más alto significado de esta palabra. Estos son los hombres para quienes el deber no es un trabajo duro y la obligación repelente, porque en su alma, la obligación está cubierta por la devoción personal, y el deber ha sido sumergido en un apasionado interés por la causa. Estos son los hombres que están, por supuesto, alegres por cualquier éxito personal, pero para ellos, su propio éxito sigue siendo siempre un medio para servir a la victoria de la Causa de Dios. Estos son los hombres que no temen a la responsabilidad precisamente porque están totalmente inmersos en la Causa, y no buscan en absoluto la fortuna personal, y el progreso a cualquier precio. Estos son hombres de carácter y valor cívico, los hombres de la idea de voluntad, los voluntarios para la Causa Nacional rusa. Los hombres convocados como organizadores de Rusia.

 

El espíritu caballeresco comprende, ante todo, la aceptación voluntaria y principal de la dificultad y el peligro en nombre de la Causa de Dios en la tierra. Y debemos admitir que si la vida siempre espera esto de nosotros - e incluso en el momento más feliz nos propone las cargas, responsabilidades y peligros ligados a cada paso – a continuación, después del colapso militar de Rusia en la Gran Guerra y de su derrota en la Revolución, todo su renacimiento y su restauración va a depender de la empresa de encontrar en nuestra tierra un grupo de hombres de espíritu y capacidad de servicio. Un cuadro incorruptible, y por tanto que no vende nada a los extranjeros o a los enemigos internos de Rusia; leal en el amor y la conciencia, y, por tanto capaz de reunir en torno a sí mismos la confianza y dedicación de todos los corazones fieles a la Patria; caballerosos, y por tanto llamados al servicio y a la organización de la salvación pública.

 

La esencia caballeresca necesaria para Rusia es, ante todo, no una infracción sino la abnegación. Ninguno de los partidos políticos contemporáneos es caballeresco, por que todos buscan el poder y los beneficios que conlleva. Lo que Rusia necesita es un grupo de hombres con renovada y ennoblecida motivación política en sus almas. Sólo los nuevos hombres pueden crear un nuevo régimen; "nuevo" no en el sentido de la edad, el nombre o de la siempre corruptora "posicion revolucionaria", sino en el sentido de dirección de la voluntad y de fuerza de voluntad; de dirección trascendente y de inquebrantable fuerza. Él que a lo largo de estos años de desastres, tragedias y pérdidas ha sido incapaz de encontrar dentro de su alma nuevas fuentes de razón política y la actividad política -fuentes religiosas, patrióticas y heroicas– concibiendo anteriormente a Rusia (independientemente de si son de izquierda o de derecha) como un campo para el avance de su carrera privada– es un hombre enemigo de Rusia que trae su veneno y la muerte desde su corazón, cualesquiera los programas y consignas que iba a utilizar como cubierta. Fuera del espíritu caballeresco de servicio nacional, todo está sin rumbo, es nocivo y se hace en vano; fuera de él, nadie liberará o restaurará nada, sólo va a crear nuevas discordias, un nuevo caos y una nueva guerra civil para la ruina de Rusia y para alegría de su inmemoriales adversarios de todo el mundo.

 

He aquí por qué los que se alejan de toda "política" extranjera y soviética, de todas las interminables "iniciativas" (en el extranjero) y "compromisos" traicioneros (en la clandestinidad), de todos los brebajes y conflictos de los partidos políticos, están en el camino correcto. Sin embargo, este distanciamiento difícilmente significaría la negación de la soberanía; no todo coincide con la falta de sentido político y la falta de voluntad. Por el contrario, todo su significado consiste en acumular sentido político y voluntad política y en la purificación trascendental del alma, en la concentración de la capacidad de comprensión del alma y de las fuerzas más nobles. Esta abstinencia de lo frívolo y prematuro, de la vanidad y de las intrigas de la política de partidos, es imperativo precisamente para fijar el comienzo de un nuevo enfoque ideacional y volitivo de la soberanía en general y del Estado ruso en particular –el camino caballeresco.

 

Para ello se debe comenzar por el establecimiento de una indiscutible máxima que sostiene que la ruina de Rusia fue traida y condicionada por el hecho de que los hombres rusos poseían una caballería insuficiente, y a partir de entonces se han sucedido todos los errores y los crímenes que han asaltado Rusia, todas estas corrientes de impotencia, de debilidad de corazón, codicia, cobardía, venalidad, traición y salvajismo. Y estos errores y crímenes se repetirán; y estas corrientes de cobardía y debilidad de corazón se derramarán – hasta que Rusia prepare un curso de renovación espiritual y religiosa; hasta que los hombres de estilo caballeresco y carácter caballeresco surjan y cierren filas. Y cuando esto tenga lugar, entonces se va a encontrar y fortalecer la nueva tradición soberana, por ahora dispersa y perdida, pero que se concibió muchos siglos antes en el espíritu de la Ortodoxia rusa, una tradición que perduró a través de las fases de construcción de la grandeza nacional rusa. Esta es la tradición del voluntarismo estatal religiosamente arraigado que renació en las tierras rusas hace diez años.

 

Esto es lo más elemental e importante. Si no existe, entonces tampoco habrá una Rusia, será la discordia y el caos, la vergüenza y la desintegración. Ahora es el momento en el que debemos tomar este camino y comenzar nuestra renovación, hoy en día, sin vacilación ni demora.